Las amigas de mi hija me miraban distinto

Amor con la ex del mejor amigo

La novia de mi mejor amigo

Tras muchos años de esfuerzo y sacrificio había logrado por fin montar una exposición con mis propias pinturas.

Me habían dado un anticipo incluso y aquel dinero lo ocupé en mudarme inmediatamente a un barrio más bacán. Vivía en el centro mismo de la ciudad y estaba como comenzando una nueva vida después de haber sufrido bastante por culpa de las decisiones que había tomado en mi largo y extenso derrotero existencial, priorizando el arte por sobre el éxito material.

Estaba en vísperas de la inaguración de la exposición y salió un pequeño artículo sobre mi persona en el periódico más importante del país y no pude evitar emocionarme casi hasta las lágrimas, considerando que toda mi vida había sido un perdedor.

Todas mis malas decisiones habían quedado atrás y había logrado ganarle a la vida.

Tras tomarle una foto al artículo y subirlo a Instagram para que lo vieran mis mejores amigos compré una lata de cerveza barata y comencé a beberla lentamente sentado en una cuneta con el periódico en mis rodillas, lamentando bastante no poder celebrar con mis amigos considerando que la mayoría estaba de vacaciones fuera de la ciudad.

Me sentía solo y a la vez ganador mientras llegaban los primeros mensajes de felicitaciones.

Por primera vez en mi vida se me ocurría que no era para nada mala la idea de llevar a una scort a casa. Era un muy buen premio de cierto modo, ya que el hecho de no tener tiempo para nada me había alejado bastante de las mujeres.

En eso sonó mi teléfono. Era Francisca, la novia de Jorge, quien era lejos el mejor amigo de la historia de mi vida.

— ¡Diego! —Exclamó, ella en cuanto contesté— ¡Felicidades! Apenas vi lo tuyo partí corriendo a comprar el periódico ¿Quien iba a pensarlo? ¡Fui compañera de universidad de un pintor famoso!

Ella era la primera persona en llamarme.

No pude evitar estremecerme, tomando en cuenta que antes de ser la novia de Jorge éramos todos compañeros de Universidad. Francisca era hermosa y es más, para mí mejor amigo de la historia siempre fue su amor platónico y se hicieron novios mucho después de ya terminada aquella época estudiantil.

Ella y yo nos odiabamos en esos tiempos porque perteneciamos a bandos distintos.

— ¿Cómo estás? —Me preguntó de pronto, con una voz un poco más sexy de lo habitual— ¿Cómo te sientes?

— No lo sé —Respondí, aún sorprendido por tal inesperado llamado—. Todo esto es una locura.

— Supongo que debes estar celebrando.

— Algo así —Respondí, dándole un buen trago a mi cerveza.

Le conté que estaba sentado en la cuneta y tras aquello hubo un silencio que tal vez comunicaba mucho más de lo que yo creía.

— ¿Y vas a seguir celebrando a la noche? —Me preguntó de golpe— ¿Alguna junta por ahí con otros artistas?

— Me encantaría pero no tengo con quien —Respondí—. Mis amigos artistas están todos fuera de la capital en estos momentos.

— Yo estoy en la capital —Respondió ella— ¿Te sirvo?

No tenía idea si ella y Jorge estaban juntos en ese momento y no se me ocurrió preguntarle.

— Lástima que no seas mi amiga precisamente —Respondí, con algo de verdad—. Tampoco eres artista.

No pude evitar reírme.

— Sigues igual de pesado, Diego, igual de pesado que en la universidad —Dijo, con cierta melancolía que contrastaba bastante con su personalidad en general— ¿En serio no tienes programada ninguna celebración?

Me daba la impresión de que cuando hablaba con gente del pasado recuperaba mi antigua personalidad.

— La verdad es que no —Respondí.

Hubo otro de esos silencios que comunicaban algo indescifrable y aquello era la incertidumbre misma, más aún al no oír el nombre de Jorge en ningún momento. Seguramente está con él o se van a reunir más tarde.

— ¿Entonces qué dices? —Me preguntó— ¿Aprovechamos mi breve estadía en la capital? ¡Di que sí, por favor! Además de que hace mucho que no te veo ¡Siempre le dices a Jorge que lo vas a ir a visitar y nunca vas!

No me atreví a satisfacer mi duda, pensando en que era algo ridículamente obvio.

— Está bien —Respondí, pensando que iba a ser genial celebrar con Jorge considerando que había sido el único amigo que siempre me ayudó a no desalentarme jamás con el arte.

Quedamos de juntarnos a las diez de la noche afuera del local de pizzas, antiguo punto de encuentro cuando con mis compañeros de Universidad salíamos a patinar por los bares durante el fin de semana.

Llegué con diez minutos de atraso, confiado en que vivía demasiado cerca y grande fue mi sorpresa cuando me percaté de que ella ya estaba allí.

— ¡Amigo! —Exclamó ella, tras verme— ¡Tanto tiempo!

Me dió un abrazo algo más cariñoso de lo normal y su cortísimo chaleco negro daba paso a un escote y a una cintura bastante más apetecible que en tiempos pasados y aquel perfume me dejó definitivamente enfermo.

— Felicidades, amiguito —Me dijo sin soltar mi cuello y con una voz muy aguda, pese a que ella era del tipo barítono— ¡Te mereces todo lo bueno que te está pasando!

Mis brazos seguían alrededor de ella y me alegré bastante por mi amigo Jorge, puesto que debía comer muy bien ahí, mucho mejor de lo que jamás debe haber soñado en su traumática adolescencia.

— Estoy tan feliz por tí, amiguito.

Ojos verdes, piel morena, hombros más que saboreables. Rostro suave y algo infantil. Francisca se había vuelto mucho más exquisita con el paso del tiempo.

— ¿Y Jorge? — Pregunté— Di por hecho que venía contigo.

— Estamos peleados —Me dijo, mirando el suelo—. Parece que vamos a terminar. Denante hablé con él y se acordó de tí. Estaba demasiado feliz por tu triunfo y dijo que más tarde te iba a llamar, cuando tuviera tiempo de hablar.

No me atreví a preguntarle si el sabía que ella se iba a juntar conmigo a solas.

Me sentí brutalmente estafado, puesto que esperaba también encontrarme con mi mejor amigo. Ella y él vivían en la costa, fuera de la capital. Jamás pensé que ella iba a llegar sola.

Tras un ratito caminando comenzó a contarme qué con mi amigo tenían problemas desde hace ya bastante tiempo:

— No me interesa darte la lata con mis problemas —Me dijo— ¿Que tal tú? ¿Cómo te sientes ahora después de haber salido en el periódico más importante del país?

— La verdad es que aún no me la creo —Respondí, más pensando en por qué diablos la novia de mi amigo me escogía a mí como confidente.

Francisca sonrió casi forzadamente. Había bastante tristeza en sus ojos.

— Es hora de que comiences a creerlo entonces ¿A qué bar te gustaría ir?

— Quiero un bar de cerveza barata y de mala muerte —Respondí.

Francisca se tomó la cara con ambas manos.

— ¿Por qué son así? —Me preguntó.

— ¿Así como?

— Jorge es exactamente igual, siempre prefiere los lugares feos y desagradables ¿Cuál es el afán?

— ¿Afán de que?

— Cervezas baratas en una cuneta, bar de mala muerte ¡Eres tremendo pintor exitoso y estás pensando en lugares baratos! Esta vez invito yo, Diego ¡Al lugar que tú quieras!

— Invitame a ver el partido de los diablos rojos.

Me hizo un gesto muy cómico.

— No seas imbecil ¡Ya pues! En serio ¿Donde te gustaría ir?

Tal vez un motel, pensé.

— Da igual —Le dije—. Vamos donde tú quieras.

— ¿A un club bailable?

— No exageres.

— Eres igual que Jorge. Una versión muy distinta pero la escencia es la misma.

— ¿A qué te refieres?

No respondió, tras extraer cigarrillos  de su cartera y extenderme uno.

— Tiempo que no andaba de copas en la capital —Dijo, así como omitiendo su respuesta con respecto  a lo otro—. Se me hace que esto va a permitir despejarme y hacer las cosas bien.

Terminamos en mi bar de mala muerte favorito, un lugar dónde nos reuníamos con mis compañeros del taller de pintura a beber y a discutir y a alucinar sobre nuestros pinceles que supuestamente estaban destinados a cambiar para siempre el arte en Latinoamérica y Francisca retomó aquel tema de conversación.

— Jorge y tú tienen los mismos gustos —Me dijo—. Pareciera como que si fuesen hermanos.

— Somos hermanos, creo. No de sangre de todos modos pero hermanos al fin y al cabo.

Acto seguido Francisca chocó mi vaso.

— ¡Cheers! —Dijo, intentando animarse— Siempre pensamos con las chicas que fuiste un estupido por abandonar la carrera. Jorge fue el único que creyó que ibas a ser un artista exitoso.

— Aún no lo soy.

Francisca se tapó un ojo, en señal de no aprobación.

— ¡Ese afán que tienes de tirarte para abajo! ¿Por qué ahora eres tan humilde? Cuando éramos compañeros de Universidad eras el ser más arrogante del planeta.

— ¿Y eso está mal? ¿Está mal cambiar eso?

— Depende del punto de vista, Diego ¿Recuerdas que antes nos llevábamos muy mal?

— Sí...

— Debo confesarte que muchas veces me daba risa como tratabas al resto. En el fondo te odiaba porque siempre quise acercarme a ti y tú nunca lo permitías..

— ¿Lo dices en serio?

— Lo digo en serio, Diego. Muy en un principio me acerqué a Jorge por tí, básicamente por tí.

Oír aquello me estremeció mucho más de lo que me convenía.

No tardó en entrar rápidamente la cerveza en el confortable cuerpo de Francisca, quien al parecer lo que más necesitaba era una amiga o algo así en esos momentos.

— Con Jorge no pasa nada hace meses. Con eso te digo todo...

— ¿Cómo así? —Pregunté.

— Jorge ya ni me toca. O es el trabajo o es su maldita música o son los maldit@s futuros negocios. Desde que me fui a vivir con él las cosas cambiaron mucho.

Cada vez tenía más voz de borracha y cada vez se desinhibía más.

— No es que no pase nada tampoco —Agregó, tras beber un buen sorbo de aquél líquido amarillo—. Pasa que es de noche y me la quiere meter inmediatamente y después de tres minutos se queda dormido y ahí quedó yo ¡Imagínate que he llegado a masturbarme delante de él y no hace absolutamente nada!

No pude evitar colocar un rostro de sorpresa que Francisca interpretó asertivamente.

— ¿Te parece que estoy hablando más de la cuenta?

Sin responder no pude evitar sonreír, moviendo la cabeza de un lado a otro.

— ¿Qué pasa Diego? ¿Te incomodé?

No me atreví a decirle que me la imaginé masturbándose en el sofá de mi sala..

— No pasa nada —Respondí, no muy convencido.

— ¿Estás seguro? Si quieres nos vamos. Tú deberías estar celebrando y a cambio de eso estoy aquí, dándote la lata.

— No entiendo por qué habría de incomodarme y no, no me estás dando la lata. Jorge es mi amigo y me preocupa bastante lo que tanto a él como a tí les pasa.

Francisca sonrió melancólicamente tras oír lo que dije y aquello me conmovió profundamente.

La hora iba pasando rápido y las botellas vaciandose. Ella y yo ahí, tal vez en el día más importante de mi vida.

— Lo amo —Decía ella—. Pero el tal vez a mí no.

— Jorge te adora. No deberías pensar eso.

— ¿Que Jorge me adora? No tienes idea de lo que hablas, Diego. Ya ni siquiera me toca. Debo estar vieja ya para él ¡Debo no gustarle!

No pude evitar fingir una carcajada que dejó absolutamente desconcertada a la mujer de mi mejor amigo mientras la hora seguía pasando.

— ¿Que pasa? ¿Encuentras que estoy muy fea?

— Para nada —Le respondí—. Muy por el contrario.

— ¿Cómo así?

Maté el resto de la cerveza de un solo trago antes de responder algo de lo cual tal vez iba a tener que arrepentirme:

— Te encuentro más rica ahora que antes.

Ella me miró extraño.

— No te creo nada.

— ¿Por qué no me crees?

— Pues no sé... ¿Antes no me encontrabas atractiva?

— Me caías pésimo. Imposible mirarte. Ahora te encuentro muy pero muy atractiva.

En eso se acercó la mesera para informarnos que el local cerraba dentro de diez minutos.

— No quiero irme a casa aún —Dijo ella— ¿Estás muy cansado?

— Un poco sí y un poco no.

— El problema es que está todo cerrado ¿Qué hacemos?

Me daba bastante nervio proponerle ir a mi nuevo hogar que nadie había visitado.

— Caminemos un rato. Algo vamos a encontrar por ahí.

En esos momentos lamenté bastante que ella fuese la novia de mi mejor amigo o qué tal vez ella no estuviese con él, puesto que la tentación era demasiado grande, más aún tras observar el modo en cómo se comportaba.

— Me está llamando —Dijo Francisca.

— ¿Quien?

Me hizo un gesto de que guardara silencio y me alejé unos metros con el fin de revisar mi celular y comprobé con espanto que tenía cinco llamadas perdidas de Jorge, desde hace ya bastantes horas. Mi bandeja de entrada de instagram estaba lleno de comentarios de felicitaciones y de múltiples invitaciones a celebrar para cuando estuviesen todos de vuelta en la capital.

— ¡No sé que hice! —Exclamó Francisca.

— ¿Por qué?

— Jorge me preguntó con quien estaba y le dije que con Cecilia ¡Ni se te ocurra decirle que estoy contigo!

— ¿Por qué le dijiste eso?

— Pues porque no sé... ¿Me acompañas a esperar que pase mi Uber?

— ¿No era que no querías llegar a casa aún?

— La verdad es que sí. Pero pasa que llamó Jorge y le mentí y me siento culpable ahora.

Su rostro era cada vez más triste y a mí me estaban pasando demasiadas cosas con esa tristeza y no pude evitar darle un abrazo.

— Perdón — Me dijo, correspondiéndome cariñosamente—. Quería celebrar contigo y solo te he estado dando la lata.

— Tranquila —Le dije, tras acariciarle el rostro sin saber por qué— ¿Te parece si vamos a mi casa a pedir el Uber?

— ¿Vives muy lejos?

— A un par de cuadras de aquí

Francisca se mordió las uñas.

— ¿Qué pasa?

— Pensaba que... ¿Será mucha la molestia si te pido alojamiento? Me iría muy temprano por la mañana. Pasa que no quiero que mi madre me haga preguntas por estar llegando a estas horas ¡Duermo dónde sea! ¡Por favor!

Asentí y sonreí y la volví a abrazar, ya que me conmovía bastante más de lo que me convenía tener en mis brazos a una chica muy ruda y de mucho carácter que en esos momentos se estaba mostrando vulnerable.

— Vamos —Le dije, convencido de que nada ocurría por casualidad, independiente de mis intenciones.

— No te conocía esa faceta.

— ¿Cuál faceta?

— No lo sé. No pensé que me ibas a prestar oreja ¡Agradezco bastante que me estés escuchando!

Tras oír aquello me ruboricé un tanto e hice un enorme esfuerzo para relajarme.

Durante el camino le iba explicando que ella iba a ser la primera persona en conocer mi casa y ella me tomó del brazo.

— Perdón —Me dijo—. Estoy un poco ebria.

Ella apoyó su cabeza en mi hombro y caminábamos así como olvidandonos por completo de los vínculos que nos unían.

— Jorge me dijo que te llamó para felicitarte y que no le respondiste.

— Nunca respondo el teléfono cuando estoy bebiendo.

— Ni se te ocurra decirle que estabas conmigo.

— ¿Que le digo entonces?

— Dile que tuviste una cita y que follaste como un condenado con la chica y que por eso dejaste el teléfono a un lado.

No podía creer lo que estaba oyendo y al parecer ella notó mi turbación, puesto que se apartó inmediatamente. Estuvimos en silencio hasta que llegamos a casa.

— ¿Vino o cerveza? — Pregunté.

Francisca me miró emocionada.

— ¿En serio tienes vino?

— En serio tengo vino.

— ¡Que emoción! ¡Hace mucho que no tomo vino! ¿Sabias que a Jorge ya no le gusta el vino?

Serví las copas y me senté, al lado de ella, pensando en que no hace mucho rato atrás me había dicho que le dijera a Jorge que había estado toda la noche f0ll@nd0, todo para que no supiera que en esos momentos su novia estaba conmigo.

— Jorge ya no me toca —Dijo Francisca, tras besar la copa de vino— ¡Debe encontrar que estoy horrible!

La miré. Me miró. Sonrió.

— ¿Qué te pasa? —Me preguntó— ¿Por qué me miras así?

Yo quería ver cuan lejos podía llegar a ser en eso de contarme sus intimidades con Jorge.

— ¿Siempre fue así? —Le pregunté.

— ¿Cómo así?

— Dices que Jorge ya no te toca ¿Cómo era antes?

Francisca le dió un sorbo a la copa antes de responder.

— La verdad es que Jorge nunca fue como de buscarme mucho en la cama. Siempre esperaba que yo lo hiciera.

— ¿Y lo hacías muy seguido?

— Cada dos o tres días. Pasa que siempre está cansado o pensando en otras cosas. Solo lo hace bien cuando está bebido.

— ¿Y ahora?

— Hace dos meses que no pasa nada porque bebe cada vez menos ¡Imagínate lo que significa para mí!

— Un duro golpe al ego, me imagino.

— Un poco sí porque mi ex no me dejaba tranquila nunca.

— ¿Cómo así?

— ¡Siempre quería metermela!Mientras cocinaba o lavaba los platos, o se metía a la ducha conmigo o lo hacíamos en la mañana antes de irme a trabajar ¡Ya basta! ¡No me hagas hablar de esas cosas!

— ¿Por qué?

— Porque me pongo caliente y porque estoy borracha —Me dijo, con algo de vergüenza.

Oír aquello hizo que se me pusiera dura inmediatamente.

— ¿Y eso es muy incomodo?

— ¡Por supuesto que es incomodo si tu pareja ya ni siquiera te toca!

Bebí de mi copa y ella hizo lo propio, mirándome desafiante, directamente a los ojos. Simplemente no la pensé:

— Yo tampoco te dejaría tranquila nunca si fueras mi novia.

Francesca me miró con ojos de gatita en celo.

— ¿Lo dices en serio? ¿No piensas que estoy demasiado vieja?

— Al contrario —Le respondí—. Te encuentro más rica ahora que antes. Estas mucho más exquisita ahora.

Ella sonrió como con agradecimiento con el cumplido y me abrazó depositando su cabeza en mi hombro. Yo la tenía cada vez más dura y no tenía idea de si ella lo notaba o no.

Mis manos estaban en su cintura y las de ella sobre mi cuello.

— Ya basta —Me dijo bajito.

— ¿Por qué?

— Ya te dije —Susurró—. Hablar de estas cosas me pone un poco caliente.

Toqué su muslo y ella no hizo ningún esfuerzo por apartar mis manos de ahí.

— ¿Y estás muy borracha?

— Un poquito —Me respondió sonriendo.

En eso sentí a mi erección luchar con todas sus fuerzas contra el grueso trozo de tela del jeans. Era imposible que ella no lo notara.

— ¿Y eso cómo se sabe?

— ¿Qué cosa?

— ¿Que estás caliente?

— Estoy un poco mojada —Respondió, así como escondiendo su rostro en mi hombro.

Cómo mis manos aún estaban sobre su muslo y tras hacer cierta maniobra logré llegar hasta su abdomen y luego hasta su entrepierna.

Le bajé la cremallera y ella soltó el botón de su jeans. Efectivamente sus bragas estaban húmedas y deslizé mis dedos desde abajo hacia arriba. Luego besé su cuello y procedí con algo más de énfasis a meterle los dedos mientras ella comenzaba lentamente a estremecerse, de una manera bastante suave que contrastaba enormemente con tu voz del tipo barítono.

Salió un delicioso olor a mar que incremento bastante mi apetito y cuando estaba a punto de pasar a sus senos Francisca se apartó bruscamente.

— ¡Esto no está bien! —Exclamó de pronto, recuperando su caracter— ¡Creo que me voy a mi casa! ¡Quiero pasar al baño! ¿Me pides un Uber mientras tanto?

Asentí con la cabeza y tomé mi celular. Tenía que pagarle un auto y tal vez ese era el precio de su silencio tras dejarse manosear su zona más deseada.

— Llega en diez minutos —Le dije, cuando salió del baño.

Ella tomó asiento al lado mío. Pronto comenzó a morderse las uñas.

— Tranquila —Le dije, golpeando una de sus rodillas— Hagamos cuenta que nunca pasó nada ¿Qué te parece?

Francisca no respondió. A cambio de eso sus rodillas comenzaron a temblar.

— ¿Que pasa? —Le pregunté.

— Me pasa que no tengo ningunas ganas de irme —Respondió, mirando hacia el suelo.

— ¿Por qué?

— Porque quiero quedarme aquí.

— ¿Conmigo?

— Sí pero no puedo ¡No podemos!

Decidí que era hora de mandar a la m1€®d@ mis creencias y me aproximé lo suficiente como para besarla en la boca. Ella me respondió generosamente con una lengua que tenía pinta de incansable y aproximó su entrepierna hacia la mía.

Se me estaba saliendo en dirección  hacia el ombligo y hubo un leve roce. Francisca volvió a incorporarse bruscamente.

— ¿Pediste el Uber? —Me preguntó.

— Te dije que llegaba en diez minutos.

Llegó hasta la mesa de centro y tomó mi teléfono y canceló el viaje.

— Si te lo cobran yo lo pago — Dijo, con rostro cabizbajo.

Tras pasearse desde un rincón de la pared hasta el otro volvió a sentarse y apoyó sus codos en sus rodillas para tocarse la cara.

— ¿Que pasa? —Le pregunté.

Decidí acariciarle el cabello y ella suspiró largamente antes de responder.

— Esto no está bien.

— ¿Y qué es lo que está bien en esta vida?

— Acompañarse, tal vez. Veo que estás bastante solo.

Luego volvió a incorporarse.

— Voy al baño —Dijo.

Revisé mi teléfono y descubrí con espanto que Jorge me escribía a esas horas. Era bastante tarde y él estaba en línea:

— Diego ¿Estás? Necesito hablar con alguien ¡Tengo miedo de estar volviéndome loco! ¡Francisca dice que está con una amiga pero no le creo!

No sabía hasta qué punto un ser humano podía llegar a sentirse tan miserable y traidor.

Le pedí perdón a mi mejor amigo telepáticamente antes de acomodarme una erección que cada vez sobresalía más.

Decidí apagar el aparato en el momento justo que Francisca regresaba a sentarse a mi lado encendiendo un cigarrillo y cruzando las piernas. La culpa desaparecía inmediatamente cuando ella estaba cerca de mí.

— ¿Pasó ya la calentura? —Le pregunté.

Ella se rió.

— No seas idiota.

Bebió el resto de la copa de un solo trago y yo hice lo mismo. Luego tomó mis manos con las suyas. Quedamos frente a frente y nos miramos directamente a los ojos.

— ¿Seguro que nunca se va a saber si lo hacemos? ¿Me prometes que Jorge nunca se va a enterar?

La miré directamente a los ojos, imaginandome sin culpa que le iba a dar por horas y horas.

— Te lo prometo —Respondí, apuntando directamente a su escote.

Me acerqué un poco más y la tomé de la cintura, atrayendo todo su cuerpo hacia mi existencia. Ella sabía a lo que yo iría si es que tomaba la decisión de quedarse.

Jamás me imaginé que algún día iba a estar haciendo lo que estaba haciendo. Luego le corrí un mechón de pelo.

— Linda —Le dije, intentando hacer que ella se sintiera bien.

Francisca era una de las mujeres más finas que uno podía llegar a conocer y quería tratarla con amor.

— ¿Me juras en serio que esto jamás nunca se va a saber?

— Te lo juro —Respondí, cada vez más impaciente.

Comenzamos a besarnos e inesperadamente ella se fue directo a mi erección, palpando con ansias por encima del jeans, suave y frenéticamente. Yo al fin podía tocar sus senos tras años y años de dudas, puesto que a veces los encontraba pequeños y otras veces demasiado grandes.

— Estás exquisita —Le dije, tras lamerle la oreja.

— Me las puse hace poco ¿Te gustan?

La verdad es que ni lo había notado.

— Me encantan — Le respondí, comprobando que eran mucho más firmes que unas normales.

Francisca me besó con aún más énfasis mientras mi v€rg@ luchaba con todas sus fuerzas contra un duro trozo de tela y mientras aquello ocurría volví a tocar su cremallera.

Ella prefirió deshacerse de su jeans y yo hice lo propio con los míos y aquello fue mucho más cómodo.

— Estás exquisita por todas partes —Le dije, masajeando su clitoris por encima de las bragas mientras ella quedaba en brassier—. Me parece criminal que Jorge desperdicie todo esto.

Ella abrió aún más sus piernas y me sumergí, echando sus bragas a un lado. Le enterraba suavemente los dedos mientras que mi lengua recorría verticalmente desde arriba hacia abajo aquella línea antes de perderme definitivamente en su clitoris.

Sus bragas molestaban y decidí arrancarlas, al mismo tiempo que ella se quitaba lo demás, quedando absolutamente desnuda.

Desde ahí abajo sentía su respiración y sus gemidos mientras al mismo tiempo que le metía los dedos contemplaba lo que tenía frente a mí; la v@g1n@ más hermosa que había visto en mi vida.

— Francisca ¡No lo puedo creer!

— ¿Qué cosa?

— Estas demasiado exquisita —Respondí, con mi lengua haciéndose agua.

Sonrió con la boca abierta, puesto que ella no dejaba de gemir ni yo de lamerla entera ahí abajo.

Le dí un buen rato con mi lengua y en el momento justo que pensaba que aquello no estaba resultando ella comenzó a presionar mi cabeza hacia su entrepierna y a gemir con mucho más énfasis.

Aquello me excitaba enormemente y volví a tomar asiento al lado de ella.

Mis dedos aún maniobraban y la besé de una forma que a ella encendió de tal modo que comenzó desesperadamente a buscar mi v€rg@.

Logró extraerla fácilmente, puesto que los pantalones ya no nos estorbaban.

— Nunca jamás pensé que iba a estar haciendo esto —Me dijo ella, jugando viciosamente con lo mío, deslizando su mano desde arriba hacia abajo—. Yo solo quería salir a distraerme un rato.

— ¿Y esto no te distrae?

— Solo espero que valgas la pena.

Francisca se puso a cuatro patas sobre el sofá y de forma muy inesperada se la echó casi completa a la boca. Trataba de no pensar en mi amigo y lo logré definitivamente cuando me percaté de que en aquella posición podía jugar con su colita que estaba cada vez más exquisita. Todo en ella era exquisito y sus senos rebotaban firme mientras ella maniobraba cada vez con más énfasis.

Volvió a buscar mi boca que ansiosamente recibió su lengua y tras jugar con sus senos durante algunos segundos ella volvió a sumergirse, ansiosa y sedienta de lo que yo tenía entremedio de mis piernas.

— Parece que te gusta esto — Le dije— ¡Lo hacís demasiado rico!

— Cállate —Me respondió, tras golpearse las mejillas con mi dura extensión venosa.

Intentó tragársela y yo la ayudé, y tras un par de arcadas que me hacían pensar que aquello llegaba hasta ahí retomó sus labores con mucho más ímpetu que antes, succionando de una manera que yo hasta entonces desconocía en una mujer de su fineza. Francisca disfrutaba bastante lo que hacía y mirarla hacerlo era lo que más la complacía.

— Ven —Le dije, cuando sentí que estaba a punto de correrme.

Le acaricié el rostro y la besé suavemente en sus labios mientras ella se incorporaba para tomar asiento sobre mis piernas.

— Permiso —Me dijo, retirando mis manos mientras intentaba colocarme un preservativo—. Tú tranquilo que no va a pasar nada que no queremos que pase ¡Supongo que no tienes ninguna enfermedad!

Comenzó a insertar mi cosa lentamente sobre su interior mientras yo me dedicaba a besar sus senos.

— Entró — Me dijo, mordiéndose suavemente el labio.

Francesca comenzó a moverse y yo quedé ahí, perplejo con toda aquella estrechez que me estimulaba mucho más de lo que creía. Le agarré el c*l0 con ambas manos mientras ella buscaba mi boca.

— Me gustan tus besos —Me dijo—. No dejes nunca de hacerlo.

Nuestras lenguas se daban y se daban y ella, con una coordinación muy fina, se contoneaba sobre mi v€rg@ que entraba y salía casi completa y sus gemidos ya no los controlaba.

— ¡Me corro Jorge! ¡Me corro!

Tras oír el nombre de mi amigo dejé de besarla y le agarre firmemente el culo con ambas manos y procedí a embestir la hacia las alturas usando todas mis fuerzas, más en plan de vengarme por confundirme que por proporcionar placer para ella o para mí.

Le daba y le daba y le daba mientras el volumen de sus gemidos aumentaban cada vez más.

— ¡Sigue! —Gritaba ella— ¡Sigue!

Le dí y le dí deseando al máximo prolongar aquello hasta que Francisca decidió cambiarse.

— Estoy haciendo una especie de ejercicio —Dijo, con cierta sonrisa—. Quiero que seas el primero en disfrutarlo.

Acto seguido se dió la vuelta, dándome la espalda. Abrió las piernas y sostenía todo su cuerpo con la planta de sus pies.

— Intenta que no se salga —Me dijo.

Tras volver a insertarsela comenzó otra vez a moverse, cambiando gradualmente la velocidad al ritmo de unos gemidos cuyo volumen sonoro comenzaba lentamente a acelerarse.

Mi v3rg@ era lo único que unía nuestros cuerpos. Yo estaba ahí y ni siquiera podía moverme.

En eso descubrí que en aquella posición podía estimular su clitoris y eso hice en el momento justo que ella perdió el control de lo que hacía.

— Así no se puede — Dijo, tras echar su espalda sobre mi pecho.

— ¿Por qué?

— Lo haces demasiado bien con sus dedos.

Continuó en aquella posición, solamente sacrificando sus acrobacias, ya que era yo quien la ayudaba a sostenerse tras mi recuperación del control de las acciones. Aquello permitía que el volumen de sus gemidos se incrementaran cada vez más.

— ¡Me corro! —Comenzó otra vez.

Apliqué aún más intensidad con mis dedos y ella pareció cansarse a tal punto que ya ni se movía, puesto que solo gritaba. Entonces la tomé de la cintura y sin retirar mi v3rg@ de su interior la acosté de lado sobre el sofá.

— Me gusta así —Me dijo, tras voltear su cabeza y darme un buen besó con lengua.

Comencé a perforarla suavemente. Mis dedos aún continuaban trabajando y aquello hizo despertar a Francisca, quien me miraba con la boca abierta hacia atrás mientras mi cosa entraba y salía de su exquisito agujero.

— Se nota que hace tiempo que no lo hacía —Me dijo, intentando moverse.

— ¿Por qué?

— Creo que me he corrido siete veces. Deberías dedicarte a esto si es que tus pinturas fracasan.

— ¿Dedicarme a qué?

Francisca no respondió.

Decidí darle con algo más de fuerza. Ella retiró mis manos de su entrepierna y buscó mi lengua y yo seguía dándole mientras al mismo tiempo jugaba con sus senos.

— Me está doliendo ya —Dijo ella— ¿En qué posición prefieres terminar?

— Si quieres vamos a la cama —Le dije.

Acto seguido ella tomó mi v€rga y la puso en su otro agujero.

— De verdad me está doliendo —Dijo— Si te presto mi c×l0... ¿Crees que termines más rápido?

Decidí incorporarme. Aquello era de Jorge y no, simplemente no podía. Ella se puso a cuatro patas y casi me retracté en el acto.

Lamí con ansias y con sed su exquisita v@g1n@ antes de proceder.

— ¿No te gusta por atrás? —Me preguntó, tras recibirla en el lugar más exquisito de su ser.

— Dame un poco de tiempo —Le dije, tras enterrarsela lentamente hasta el fondo.

Le dí suavemente, tomándola firme de su hueso pélvico. No tenía deseos de correrme y hubiese deseado prolongar aquel momento para siempre.

— ¡Me duele! —Exclamó ella de pronto.

— Atrás te va a doler más.

— ¡Por eso mismo quiero que lo hagas! —Exclamó— ¡Así no ando pensando nunca más en hacer estas cosas!

Con cierta culpa procedí, tras lubricar mis dedos con algo de saliva.

— Despacio —Dijo, mirándome hacia atrás.

Logré hacerlo y comencé, no dando crédito a lo que tenía enfrente. Francisca cerraba los ojos y arrugaba el rostro.

— Termina rápido, por favor.

Simplemente no podía porque Jorge estaba siendo brutalmente traicionado. Comencé a darle con algo más de énfasis.

— ¡Oh! —Decia ella— ¡Dame mas duro!

Tenía que acabar de alguna forma y procedí a obedecer con asquerosa culpa, sabiendo que una vez que acabara con aquello iba a venir toda la depresión junta.

— ¡Sigue! —Me decía— Esto me está gustando ¡Ya no me duele!

Procedí con más fuerza y cuando estuve a punto de inevitablemente correrme la retiré y Francisca se dió la media vuelta.

— No me dejas más opciones —Dijo ella, tomando mi cosa con sus manos y colocándose en cuatro patas.

Yo aún seguía de pie.

Se la echó exquisitamente a la boca y decidió concentrarse, succionando de una forma casi diabólica. Iba a ser imposible aguantarme, puesto que aquello no dependía de mí.

— ¡Voy! —Exclamé, tras intentar retirarla.

Francisca se enfocó aún más en su cometido y no pude evitar correrme poderosamente en sus labios mientras ella seguía chupandola casi como si estuviesemos recién comenzando.

A esas alturas lo único que deseaba era dormir mientras Francisca seguía lamiendo y chupando mi cosa que se rehusaba a ponerse cien por ciento blanda.


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