Las amigas de mi hija me miraban distinto

Buscando un novio de verdad




Estaba ahí, encima de él, a punto de alcanzar un orgasmo de aquellos cuando de pronto sonó su maldito teléfono.

El momento estaba delicioso. No había como echarlo a perder antes de que sucediera esa estupidez y sin embargo seguimos ahí, entrando y saliendo de aquello como si no hubiese nada más importante que hacer.

Se detuvo aquello y seguimos.

Me atrajo hacia el con algo de delicada fuerza y me besó obscenamente, revolviendo su lengua completa en mi boca y dándome hacia arriba abriendo con fuerza sus piernas, haciendo una presión exquisita con sus manos y mi hueso pélvico, metiéndola con bastante contundencia. El maldito teléfono volvió a sonar después de que se pensaba que aquel estúpido ruido estaba absolutamente superado e intuí con todo mi ser que Diego ya no iba a poder continuar con aquel nivel de concentración.

Sin embargo yo seguía ahí intentándolo, moviendome suavemente y a un ritmo exquisito intentando hacerlo acabar, haciendo fuerza allí abajo con el fin de generar más estrechez. Con su espesa y caliente esperma dentro de mí me conformaba. El puso otra vez sus manos  firmemente en mi cintura y de pronto capté que había ocurrido lo que más me temía, puesto que se le puso un poco blanda. 

Como tenía igual un muy buen tamaño el asunto pasaba un poco desapercibido y pese a que la sensación de orgasmo ya se había ido yo aún lograba disfrutar de aquella instancia, puesto que Diego sabía tomarme. Yo seguía insistiendo porque aquella electricidad iba y venía por toda mi alma casi. Definitivamente estaba a punto de casi acabar otra vez luego de mucho esfuerzo mental y el teléfono había vuelto a sonar otra vez después de detenerse. Diego estaba absolutamente desconcentrado hasta que definitivamente se perdió toda la fluidez. 

— Contesta —Le dije, bastante molesta.

El accedió, ya con su cosa absolutamente inerte cuando la sacó de mi interior.

Tras levantarme para ir al baño concluí que no podía seguir con Diego solo porque me gustaba tener sexo con él. Apreciaba otras de sus cualidades, era obvio, pero el hecho de que yo haya sido la ex de su mejor amigo en la época universitaria me impedía aspirar a algo que tuviese algo más de continuidad.

Estaba buscando una buena excusa para terminar con él pero no sé me ocurría ninguna. El solía decir que veníamos de una aplicación de citas, no precisamente de un pasado universitario en donde yo era la novia de su mejor amigo.

— La gente cambia con el paso de los años y no hay por qué sentir culpa —Solía decir, con un tono de voz bastante relajado—. Mientras Jorge no sepa va a estar todo bien. Tal vez tendré el valor de decirle cuando el consiga novia o esté a punto de casarse.

Sin embargo no era solo la culpa, aunque el problema final siempre estaba ligado a ello, a deslealtades y a esas cosas.

Yo quería un novio, un novio de verdad. Con Diego era imposible, onda de raíz, todo por culpa del maldito pasado, en donde yo era nada más y nada menos que la novia de su mejor amigo. A mí siempre me tincó, pese a que en esa época había mala onda entre él y yo por pertenecer a bandos distintos en una carrera que era bastante competitiva. Solía maldecirme constantemente por haberle dado like en esa estúpida aplicación de citas aunque claro, jamás de los jamases pensé que yo tambien le gustaba y en el fondo todo me había causado sorpresa.

Después de la ruptura con Jorge había sido la mejor terapia, después de todo. Nunca un hombre me había dado tan buen sexo como Diego.

Habernos encontrado ahí había sido el peor karma de mi vida.

Por fin había colgado. Diego se había dedicado más a escuchar que a hablar y su rostro de felicidad estaba como un poco ido pese a todo, más que nada por mi culpa y por el vino que habíamos bebido luego de comenzar a desvestirnos deliciosamente antes de que me penetrara de aquella forma tan maravillosa.

— ¿Que onda? —Le pregunté— ¿Quien te llamaba?

— Mi padre —Me respondió.

Diego estaba sonriendo con malegría. Malegría era una palabra proveniente del vocabulario de Manu Chao, un cantante que explica que aquello significa estar feliz de manera melancólica o algo así. Era un término que tanto Jorge como Diego ocupaban en la época de estudiantes cuando basaban sus trabajos en aquel concepto emotivo que en algunos casos se comparaba con estar levantando la copa del mundo y al mismo tiempo estar acordándose de una infancia de mierda.

Puse ambas manos sobre mi cara, absolutamente decepcionada. Diego solía decirme a menudo que tenía problemas con él y aquella inconsecuencia mató un tanto mis pasiones, puesto que su padre era precisamente el mayor culpable de sus traumas.

Aquella inseguridad me causó una tristeza enorme.

Comencé a vestirme y el se incorporó y rodeó sus brazos en mi cintura.

— Disculpa —Dijo él, intentando alcanzar un cigarrillo y encenderlo, a sabiendas de que aún me quedaba tiempo antes de ir dónde lo de mi madre—. Pasa que era algo realmente importante y por eso insistió tanto mi padre ¡Parece que ese viejo está haciendo méritos!

En vez de ponerme los jeans crucé las piernas y me senté, a la orilla de su cama, a una distancia más o menos prudente de él, quien tal vez no estaba tan consciente de que su viejo solo lo estaba manipulando para sacarle provecho. Alcancé a colocarme las bragas. Ví que definitivamente logró encender uno y yo  hice un movimiento y traté de extraer uno de su cajetilla. Acto seguido el me demostraba tranquilizadoramente los motivos por los cuales yo no estaba ahí precisamente desperdiciando mi tiempo. El me agarró y me intentó meter un dedo en cierto instante que me puse en una posición que facilitaba aquella acción y yo logré seguí firme ahí, aguantandome las ganas de seguir en ello.

— ¿Que tan importante puede llegar a ser? — Le pregunté, tras sentarme frente a él y cruzar las piernas y definitivamente tomar algo de distancia— ¿No se supone que quieres tener algo serio conmigo?

Diego tomó aire antes de responder.

— Mi viejo —Dijo, expulsando el humo lenta y apreciativamente—. El director de la universidad dónde él hace clases quiere verme el lunes por la mañana a primera hora. Vió mis cuadros y me está ofreciendo una exposición en Europa. Quiere que utilice la instancia para estudiar allí y también buscar la gente indicada con el fin de internacionalizar mi carrera ¡Haber logrado exponer en el museo de Bellas Artes cambió mi vida!

Lo miré a los ojos y sonreí con la boca cerrada. Acto seguido hizo un intento de arrastrarme hacia él y yo me dejé, a tal punto de que volví a echarme al lado de él con mi cabeza en su pecho, sin dejar de fumar.

En el fondo eso me gustaba de él, algo así como su capacidad de haber llegado dónde llegó sin la ayuda de nadie después de haberlo pasado mal por mucho tiempo, trabajo mal pagado tras trabajo mal pagado, según su propia boca.

— Es la instancia definitiva para que te olvides de mí —Dije, mirando hacia el otro lado— ¡Lograste triunfar! Tú lograste triunfar y yo estoy siendo un estorbo.

Diego no dijo nada durante varios segundos y esa era la actitud típica de la previa a que él dijera algo más o menos importante.

— No he aceptado aún la propuesta —Dijo—. Hay muchas cosas que poner a la balanza 

— ¿Como cuáles? —Pregunté, más o menos sabiendo a lo que iba.

— No me resigno a que ya no quieras estar conmigo. Esto no tiene absolutamente nada que ver con el pasado y eso lo hemos hablado miles de veces. Tengo entendido que tú y él terminaron hace mucho tiempo.

En ese aspecto a veces me daba miedo Diego, al igual que Jorge. Tenían una capacidad innata como para intuir más o menos cuando yo estaba mintiendo.

— ¿Por qué? —Pregunté, nuevamente sabiendo lo que más o menos él iba a responder.

— Porque nos conocimos en esa aplicación de citas. Todo es nuevo, incluso el entorno. Jorge asumió que tú y él no van a volver. Me llamaron de un centro cultural también, quieren que haga talleres y bueno, tú sabes que me importa bastante lo social también en mi vida y allá en España me alejo rotundamente de eso..

Me dio ternura oír aquello y puse mis brazos por ahí, con el fin de disfrutar de su desnudez, acostándome definivamente en su pecho. Logré concluir que su pesadez anterior era solo un mecanismo de defensa. A ratos me sentía enamorada de él pero no, no había forma de conseguirlo. Era imposible que me pudiera proyectar con él de alguna forma.

— Supieras el orgasmo que me hiciste perder —Le dije, con la voz más tierna y perra que me salió.

Diego apagó su cigarrillo y comenzó a acariciarme el cabello. Yo ya sabía cuales eran sus intenciones.

— Ya no quiero — Le dije, tras tocarsela un poco.

— No te creo —Me respondió, explorando uno de mis pezones con sus dedos.

Mientras yo fumaba comenzó a acariciarme con su mano izquierda mientras que con la derecha se tocaba, con el fin de estimularse por su cuenta. En cosa de segundos la tenía exquisitamente dura.

— No te la voy a chupar otra vez —Le dije, un tanto decepcionada de mi misma por no poder dejar de mirar su cosa que estaba riquísima..

— No estoy buscando eso —Me respondió, tras explorarme con sus dedos encima de mis bragas.

Yo me mojaba solamente por el hecho de mirar su cosa.

Una vez que hizo aquello golpeó su exquisita extensión venosa con su abdomen, bastante plano. Pese a que no hice nada aquel sonido me encendió bastante más porque yo alguna vez le había dicho que me encantaba que hiciera aquello. Yo seguía ahí y me quitó el cigarrillo porque el ya sabía que si me la metía yo no iba a oponer ninguna clase de resistencia. Tras darle una última calada lo apagó encima de un vaso con agua.

Acto seguido me di la vuelta y el me la enterró, fluida y predeciblente, tras echar mis bragas a un lado y asegurarse que yo estaba húmedamente dispuesta a recibir aquello sin tener que hacer nada a cambio. Yo me dejé, puesto que no me podía resistir, mal que mal yo seguía ahí con él por eso, solo por eso, solo por la forma en que lo hacía, por las maravillas que hacía su verga conmigo y al mismo tiempo sin lastimarme en ningún momento.

Con una habilidad que solo él tenía lograba darme y al mismo tiempo masajear mi clitoris sin perder el ritmo. Yo estaba ahí, nuevamente concentrada en el asunto pero al mismo tiempo odiaba que me manipulara así, dándome tan pero tan exquisito de aquella forma que solo él había aprendido a hacerlo en alguna parte, cuestión que mandaba mi moral y mis razonamientos a la shusha del mundo.

— Termina si quieres —Le dije, así como para que él logrará darse cuenta de algo así como que no debería tener más intenciones serias conmigo—. Sabes que tengo que irme pronto a casa.

Comenzó a darme con mucha más fuerza y ahí me perdí y volví a mandar a la shusha mi ética y mis creencias, a tal punto de que fui yo misma quien decidió estimular mi zona precisa mientras él me tomaba firmemente de los senos. El no iba a acabar si es que yo no lo hacía, y en ese aspecto Diego era de lo más generoso y era debido a eso que me había vuelto demasiado adicta a él, a tal punto de que por más que lo intentaba, cada vez me costaba más escapar. Realmente tenía miedo de enamorarme de verdad.

Necesitaba vestirme para salir prontamente de ahí y poder estar sola, por lo que me propuse acabar rápidamente con ayuda de mis dedos.

Sin embargo el seguía dándome con determinación. Mi cuerpo no quería salir de ahí y eso era algo absolutamente comprensible.

— ¿Podemos seguir en lo que estábamos antes de que te llamaran? —Le pregunté, tras responderle grotescamente su beso con lengua.

— Como quieras, preciosa —Me respondió, tras sacarmela lentamente no sin antes esterrarmela deliciosamente hasta el fondo así como por última vez.

Antes de que lograra incorporarme me besó tiernamente, con lengua y todo. Era increíble que el mejor amigo de mi ex me mirara con ese rostro de enamorado. Me giré rápidamente y me puse encima de él, con ganas de que aquello acabara pronto y tras olvidarme de mis creencias y de todo lo que estaba pensando por enésima vez en esa tarde cuando sentí antes de lo esperado como su esperma se derramaba pesadamente en mi interior y yo aproveché aquello para estimularme aún más y así lograr acabar antes de que comenzara con aquel proceso de que se le pusiera blanda.

Definitivamente su liquidez caliente dentro de mí había permitido apurar notablemente el orgasmo.

—¿Te gustó? —Me preguntó, aún sin sacarmela.

El sabía que sí y sonreía, así como seguro de que yo iba a ser incapaz de dejarlo.

Tras aquello me levanté y volví a ir al baño y tras mirar que había tomado el teléfono comencé a vestirme lo más rápidamente que pude.

— ¿No quieres comer antes de que vaya a dejarte al metro? —Me preguntó.

— No puedo. Hoy es el cumpleaños de mi madre y te dije con anticipación que no podía quedarme.

Sentí que me miró como con mucha pena.

— ¿Y si voy contigo?

Le dije lo primero que se me ocurrió.

— Va a ir Cecilia. Cecilia no tiene idea de lo de nosotros porque de verdad que no le he contado a nadie de esto.

— ¿Y qué importa eso? Podemos ir como amigos

— A mi si me importa, Diego, y te lo digo por enésima vez ¡A mí sí me importa el qué dirán! Deberías asumir que nunca vamos a poder estar juntos.

Tras oír aquello Diego sonrió, así como dándome tristemente la razón. Comenzó a vestirse, con más tristeza que malegría. No hablaba nada y yo ya me estaba acostumbrando a esos silencios incómodos, por lo cual aquello no me afectaba.

De todos modos me daba pena no estar con él, o con una pareja o algo así en ese caso. Lo nuestro jamás iba a poder salir del anonimato y yo para poder estar con alguien debía si o sí dejar de acostarme con él.

— Te lo he dicho mil veces, Diego ¡Es solo sexo! ¡No hay nada más! ¡No siento nada por tí!

Aún así me fue a dejar al metro, en el más completo silencio.

— Yo sé que si sientes algo por mí —Dijo con su voz grave y calmada, cuando sabía que ya llegaba el momento de despedida—. Yo ya no siento culpa.

Tras besarlo discretamente en la boca pasé mi tarjeta por el torniquete. 

Al fin en el metro. Al fin estaba sola.

Intenté cambiar mi chip mental con el fin de hacerlo bien acompañando a mi amiga Cecilia a comprar un regalo para mi madre y llegar a casa antes de que comenzarán a acudir los invitados. El viaje era más o menos largo, por lo que saqué mis audífonos con el fin de irme oyendo algo de No use for a name. 

Grande fue mi sorpresa cuando descubrí un mensaje de Matías, otro chico de la aplicación de citas que me habia gustado bastante solo por el hecho de que él escuchara de ese punk pop más o menos tierno (A Jorge le apestaba ese género musical). También me gustaba que fuese informático, considerando que yo sentía una especial afinidad con ese tipo de chicos nerd, cuestión de la cual Diego había adolescido bastante a lo largo de su vida, ya que ni siquiera entendía de videojuegos producto de una soberbia intelectual que ni el mismo soportaba.

— ¿Cómo va? —Me preguntó— ¿Lograste comprar el regalo para tu madre?

Era realmente lindo y además me enternecía su gusto musical, ya que me daban ganas de enseñarle bastante más de aquello. La guinda de la torta es que era bastante cinéfilo también y para mí que un chico fuese inteligente tenía una ventaja de cincuenta por ciento a las horas de tomar la decisión de que me la metieta. Yo siempre había sentido debilidad por la música y por el cine a diferencia de Diego, quien era más de libros y de Jamiroquai o de Daft punk a diferencia del rock con guitarras más minimalistas. Lo más cercano a gustos en común era The Strokes.

— Aquí —Le respondí, sonriendo sola, cuando chateaba con él lograba olvidarme de lo que me pasaba con Diego puesto que él de verdad me transmitía confianza, en todo sentido— Voy camino a eso ¿Y tú?

— Algo ansioso por lo de mañana —Me escribió, al fin ya más seguro de que yo ya no iba a cancelar aquella cita que habíamos planeado el fin de semana anterior—. Al fin voy a tener el gusto de conocerte.

Diego me había insistido que pasáramos ese domingo juntos pero preferí decirle que iba a salir con mamá al cine y a comer pizza.

— ¿Y te da miedo? —Le pregunté, intentando desviarme definitivamente de mis pensamientos.

— Un poco. Me temo a que no sea lo mismo por chat que en persona.

— No deberías sentirte tan presionado, mal que mal, deberías pensar que a mí me pasa lo mismo que a tí. Yo soy un poco pesadita y me da pánico caerte mal.

Matías era como el novio ideal, puesto que era demasiado tierno y además tenía la mente sana, puesto que no era el típico tipo que pretendía ser exitoso, sino que ya lo era. Sus intenciones también eran sanas, puesto que no se notaba desesperado por llevarme a la cama y al mismo tiempo yo intuía que él lo deseaba, solo que no lo manifestaba. Se preocupaba demasiado por mí pese a que no me conocía. Y era lindo, muy lindo y aquello bastaba y sobraba como para querer lamerlo entero.

El problema es que yo era incapaz de cojer con dos tipos en simultáneo y era evidente que lo de  Siempre me cargó el sexo casual y jamás fui de esas, por lo que para hacerlo con él tendría que dejar de ver a Diego, cuya verga me fascinaba y era imposible como liberarse de ella tan en el corto plazo.

— Por eso estoy tan ansioso —Escribió, mientras yo estaba mirando su foto de perfil y al mismo tiempo leía por encima—. Me he hecho demasiadas expectativas.

Yo tambien, respondí mentalmente antes de enviarle una nota de audio para despedirme, ya que había llegado al punto de encuentro con Cecilia.

Al día siguiente y tras un cumpleaños que no estuvo tan aburrido como creí comencé a prepararme para esa primera cita con Matías. Intenté ser sexy y sencilla, con el fin de no hacerlo salir corriendo y al mismo tiempo no regalarme demasiado. El plan era ir a caminar a un parque y luego ver qué sucedía. Matías, al igual que Diego, tenía un lugar propio, aunque mucho más lejos hacia arriba, en los barrios adinerados de la ciudad. Me habló de un bar que conocía no tan lejos de su casa y accedí, puesto que aquello estaba muy cerca de una estación de metro.

Estaba de lo más muerta de la risa con él tras el tercer vaso de cerveza en un bar de lo más elegante que había por ahi por sus barrios cuando sonó mi teléfono. Era Diego y el no tenía idea en los pasos que yo andaba por lo que me vi en la obligación de salir a la calle y responderle, sin saber qué excusa le iba a dar a Matías.

— ¿Qué pasa? —Le pregunté— Habla rápido que estoy ocupada.

— Quería invitarte a cenar —Me respondió, con esa voz que me encantaba y sin ese temor a estar hostigandome—. Hay algo muy importante que tengo que proponerte ¿Sigues aún con tu mamá?

— ¿Algo como qué? —Le pregunté, sin atreverme a decirle que no estaba ocupada con mi madre precisamente.

— Algo que nos va a liberar definitivamente del pasado. Te juro que si me dices que no no te molesto nunca más ¿En que estás ahora?

Dije lo primero que se me ocurrió.

— Estoy en el Costanera Center, con Cecilia. Mi mamá quedó muy cansada anoche. Quiere que vayamos al cine ¿Que es lo que me quieres proponer? Se supone que ya hablamos de eso —Agregué, sin poder tragarme mi curiosidad.

— Es una sorpresa —Me respondió, con su voz más que apetecible como para escuchar una y otra vez— ¿En cuanto más saldrías del cine?

Me daba una lata enorme tener a Matías esperando, por lo que opté por lo sano.

— Te llamo cuando salga ¿Te parece?

— Maravilloso —Dijo, a sabiendas de que me había dejado dudosa—. Espero que mi propuesta sea la solución a todos nuestros problemas.

Diego colgó y volví a Matías, quién había pedido otras dos cervezas y al mismo tiempo se hallaba cada vez más desenvuelto.

— ¿Todo bien? —Me preguntó.

— Todo bien —Le dije— ¿Y? Cuenta... ¿Cuanto tiempo llevas soltero?

— Más de un año —Dijo, con su sonrisa brillantemente perfecta— ¿Y tú?

— Casi lo mismo —Mentí.

De pronto me dió la impresión de que el se había dado cuenta de algo y decidí poner mis manos sobre las suyas mientras estaba aterradisima ahí, dándome cuenta de que yo una vez más estaba repitiendo el patrón.

Me daba la impresión de que él estaba sintiendo desconfianza hacia mí.

— ¿Qué pasa? —Le pregunté, tocándole con algo más de fuerza las manos— ¿Todo bien?

Puso un rostro un tanto extraño y me dió la impresión de que sonreía forzadamente. Matías era un inseguro también y aquello era una bandera roja. Me dió la impresión de que se había dado cuenta de algo y eso era una bandera verde, puesto que aquello de cierta forma mostraba inteligencia.

Miró hacia el resto del bar antes de responder.

— Todo esto es demasiado perfecto —Respondió, cabizbajamente—. Aún no me la creo.

Pasaron unos breves segundos antes de que me preguntará con quién hablaba.

— Cuando saliste —Me dijo—. Me pasó algo raro cuando saliste afuera.

Una lástima que sea así, pensé. No estaba dispuesta a preguntarle que había sido lo raro que había pasado.

— Hablaba con Cecilia —Le respondí, al igual que a Diego, aunque con una sonrisa—. Cecilia es mi mejor amiga. Fue ella quien me ayudó a organizar el cumpleaños de mi madre. 

Hubo un silencio bastante incómodo y estaba cada vez más segura de que Matías percibía algo. 

— ¿Te pasa algo? —Volví a preguntar, haciendo enormes esfuerzos por no desilucionarme.

De pronto sonó una canción de Green Day, una del American Idiot, cuyo nombre no recordaba. Se oía por todo el bar y él comenzó a tararearla. Aquella canción a mí también me gustaba, aunque no tanto como a él.

— Disculpa —Me dijo, volviendo a sonreir—. Lo he pasado demasiado bien contigo y me daria mucha pena que no nos volvamos a ver.

— ¿Y quien te dijo que esta iba a ser la última vez que nos veíamos? —Le pregunté, tomándolo nuevamente de las manos.

Se quedó inerte ahí, tal vez pensando en que yo lo iba a besar. Comencé a acercarme lentamente. Olía exquisito y estaba a punto de suceder aquello cuando en esa ocasión fue el teléfono de él el cuál sonó.

— Disculpa — Me dijo, así como con auténtica culpa— Vuelvo enseguida.

Se puso de pie y comenzó a darse vueltas. Su rostro cambió, así como que si hubiese recibido una mala noticia pero ni tanto, Malegría, tal vez, ya que andaba en esa de andar repitiendo patrones. Pronto volvió a nuestra mesa y le hizo una seña al camarero.

— ¿Qué pasó?

— Nada importante —Dijo, así como si de pronto le volviera el alma al cuerpo— ¿Quieres comer algo?

— ¿Estas seguro que no pasa nada importante? —Le pregunté, ignorando por completo lo de la comida.

— Muy seguro —Respondio, al mismo tiempo que miraba la carta 

— ¿Segurisimo?

— La verdad es que no —Dijo, de pronto con alegría máxima— ¡Mañana tengo una entrevista con el gerente! Van a responder a mi solicitud de ascenso.

Me puse de pie para felicitarlo y él hizo lo propio, correspondiendo con ímpetu mi abrazo, que era como muy confortante para ambos y al mismo tiempo extenso.

Me miró y sonreí y volvió a intentar besarme.

— Oye —Le dije.

— ¿Qué pasa?

— No me gusta besarme en lugares públicos —Le respondí, tras tocarle la boca.

El se dió cuenta de que podía pasar algo si es que se comportaba bien y tomó asiento en el acto. Pidió unos sándwichs de salmón con palta en pan de miga, algo bastante rico y liviano que llevaba una salsa un tanto agridulce. Miré la hora y era el momento de irme a casa.

— ¿En serio no te quieres quedar un rato más? —Me preguntó.

Noté a Matías un poco borracho. Yo sabía que él no estaba acostumbrado a beber tanto. 

— No puedo —Le dije, como de pronto sintiendo un ataque de pánico, o una potente necesidad de estar sola.

Acto seguido fuí hasta la caja. La cuenta estaba un tanto abultada pero no quería por ningún motivo que aquella fuera nuestra última cita por lo cual decidí pagar sin llorar. Se notaba que el pobre Matías estaba demasiado ansioso y me acerqué a él.

— Pago la cuenta y...

No sé por qué decidí besarlo en los labios, lentamente. Me gustó cómo recibió lo mío, sin ansiedades, sin pausas. Me entregué a su cintura y de pronto comprendí que estábamos en un lugar público.

— Ya la pagué —Le respondí, antes de breve y nuevamente besarlo.

— ¿En serio?

— Sí.

— Nunca nadie había hecho esto por mí —Me dijo, con una voz que rayaba en lo melancólico— De verdad muchísimas gracias.

De pronto fue el quien me besó y yo respondí, con más ímpetu que culpa.

— Salgamos de aquí —Le dije, traviesamente.

Estábamos ya en la calle cuando me propuso irse a su casa. Yo le recordé que tenía que levantarse temprano por lo de la reunión y de pronto ahí volvió en sí, repitiendo todo el tiempo que la próxima vez el iba a pagar si o sí.

— No te vayas en metro —Dijo Matías—. Prefiero pedir un auto para que te lleve a casa.

— No es necesario —Le respondí, viendo que las escaleras del metro estaban apenas a un paso.

— Es que de verdad. No quise venir en auto porque íbamos a beber. De lo contrario si o sí voy a dejarte a casa.

— Eso va a ser para cuando nos veamos de noche. Espero que me invites a cenar o algo así —Le respondí, como con el fin de darle seguridad.

La despedida se alargaba cada vez más y más hasta que casi venía el último metro. Sentí que habíamos hecho demasiados planes y él estaba feliz y yo estaba borracha.

Nos dimos un último beso que casi me hace percibir peligrosamente su erección y decidí despegarme cuando oí el sonido del tren. Le di un último buen beso con lengua y todo e incluso permití que me tocara un poco.

— Hablamos —Le dije.

Iba de lo más feliz ahí, de pie, pensando en que al fin tenía enfrente a lo que tanto andaba buscando, un proyecto de novio de verdad.

Solo era cosa de quererlo y darle seguridad. Yo era experta en darle seguridad a esos chicos con baja autoestima.

Iba tan atrapada en mis pensamientos rumbo a la combinación para el cambio de línea cuando de pronto me doy cuenta de que había tomado el tren en dirección hacia la casa de Diego. Mi subconsciente me había traicionado y ahí estaba, totalmente incapacitada por mi voluntad que aún no estaba dispuesta a irme a casa.

Había que avanzar e ir a despedirse de Diego y al mismo tiempo desearle un muy buen viaje a Europa. Matías me había dejado muy caliente y era una muy buena excusa como para ir a agradecerle por todos los servicios prestados.

Simplemente no pude evitar caminar hasta a su calle, pese a que tenía la posiblidad de pasar por ahí a un bar cercano a pedir un auto con la aplicación. A cambio de eso pasé a la botillería más cercana y me la bebí sentada en una cuneta mientras le escribía las buenas noches a Matías.

De pronto comprendí que sí, que aquella iba a ser si o sí la última vez.

Subí hasta su piso. Su edificio no tenía conserje. Todo estaba con poca luz en esa parte del barrio y daba la impresión de que nadie vivía ahí. Yo estaba borracha e intentaba afirmarme del pasamanos para no caerme y aún así mis pasos eran bastante erráticos. Al fin lograba llegar al 433 y tras estar segura de que estaba ahí toqué el timbre.

Miré el celular. El tiempo se había ido más o menos rápido. Ya era bastante tarde y era más lunes que domingo.

Pese a que las luces estaban apagadas Diego no tardó en salir.

— Fran —Me dijo, con una voz que me dió bastante pena —¿Estás bien? — Me preguntó, tiernamente.

Sin embargo yo iba muy resuelta, muy dispuesta a saciar mi sed y al mismo tiempo quitarle la pena y al carajo su ternura, puesto que era eso lo que me impedía avanzar en eso de deshacerme de él.

Me lancé sobre Diego y lo besé, grotescamente. El reaccionó al instante, pese a que aquel asunto lo había tomado por sorpresa. Yo estaba borracha y mis manos se fueron directamente hasta su verga tras arrastrarnos mutuamente hasta el sillón. Pensé que iba a ayudarme a extraerla de manera definitiva pero sucedió todo lo contrario porque en el momento casi decisivo para cumplir mi cometido el me detuvo, abruptamente.

— Ven —Me dijo, intentando darme un abrazo.

No obedecí. Insistí con él, con su cuello. Acto seguido le levanté la polera y comencé a descender, lentamente. Su presencia me calmaba, había que admitirlo. Y Diego jadeaba profundamente, así como resignado, demostrándome categóricamente que no se podía resistir a mí, a ninguna de mis versiones.

Cuando tuve su erección en mis manos volvió a intentar detenerme y mi reacción fue echármela grotescamente a mi boca instantánea y precisamente, haciendo un refinado trabajo con mi boca y con mi lengua.

Diego se rindió definitivamente y se echó hacia atrás, así como muy dispuesto a disfrutar de mi sed de él.

Debido a eso logré relajarme y pude obrar con más calma con el fin de disfrutar. Nunca me había sentido tan bien con algo así en mi boca, tan así que mover la cabeza completa y el cuello no era para mí ninguna molestia. Mi lengua se saciaba también, puesto que le gustaba aquel sabor. De vez en cuando volvía a su ombligo y el de pronto me miró con ojos de ternura y cuando puse mi mejor cara de puta el decidió tomarme de la cabeza y enterarmela hasta al fondo.

Esa era la versión de él que yo más disfrutaba y el lo supo en el momento exacto cuando decidió definitivamente quitarse los pantalones y pedirme que me pusiera a cuatro patas sobre el sofá, con el fin de que él pudiera acariciarme mientras yo me dirigía inmediatamente a su verga.

— Estás mojadita —Me dijo— ¿Tanto te gusta hacer lo que estás haciendo?

— Me encanta —Le respondí.

Volví a su cosa que me hacía tan feliz y era ahí donde quería estar cada vez que me veía con él. El seguía allí, intentando meter bien mis dedos hasta que lo logró. 

El percibió que yo me detuve solo con el fin de apreciar más aquello.

— Te la quiero meter —Me dijo— ¿Vamos hasta la cama?

Acto seguido nos pusimos de pie y le dí un beso de aquellos, de esos bastante babosos que lo lubrican todo. Luego fuí yo misma quien lo tomó de la mano y lo guíe hasta su habitación. Excepto la cama todo estaba muy limpio y ordenado y eso era lo que más me gustaba de Diego, puesto que a pesar de ser un exitoso pintor no era de ese tipo de personas que tenía sus cuadros tirados por todas partes.

Decidí ponerme de rodillas como para chupársela por última vez pero él me llamó hacia mi barbilla, con las llemas de sus dedos. Decidió desvestirse definitivamente y yo hice lo propio excepto con mis bragas. Luego me puse a cuatro patas a la orilla de la cama, así como para que él me diese de pie.

No tardó en proceder, con más fuerza que velocidad. Su cosa estaba durísima en mi interior y sentir aquello era uno de los mejores placeres de la vida. Casi me daban ganas de quedarme ahí para siempre y cuando estaba a punto de convencerme de que aquella era si o sí la última vez que me lo follaba recordé que él tenía una propuesta que hacerme.

Diego me daba cada vez más duro, a tal punto que comenzaba a dolerme. El seguía de pié, ahí, incansable. Me daba la impresión de que tal vez no iba a poder continuar con ese ritmo pero ahí continuaba yo, con esa cosa dentro de mí, cada vez más cerca de partirme en dos. El jadeaba y yo gemía y de pronto me tiraba el pelo y en eso una de mis rodillas flaqueó. El se detuvo al instante y se recostó al lado de mí y me besó el cuello.

— Metemela de nuevo —Le dije, tras encontrarme deliciosamente con su boca—. Con más amor, sí —Le dije.

Acto seguido el se recostó en la cama. Palpó un tanto su erección y luego la tomó y con ella se golpeó el ombligo. Oír aquel sonido me excitaba bastante y él lo sabía.

Cuando me acerqué a él me tomó de la cintura y me senté sobre él, quien se incorporó a través de su cintura y me abrazó un buen rato mientras me besaba el cuello antes de perforarme delicadamente.

— ¿Ahí está bien? —Me preguntó.

— Sí —Le respondí, ansiosa con comenzar a maniobrar.

Contrario a lo que yo pensaba, fue el quien comenzó a moverse. No dejaba que yo lo hiciera. Me daba suavemente hacia las alturas, casi sin darse la molestia de averiguar mis preferencias, a pesar de que en el fondo el si las conocía, como por ejemplo que me besara los senos mientras yo movía mi cintura hacia dentro y hacia afuera con el fin de que absolutamente toda la extensión de aquella cosa estuviese sobre mí.

Él comenzó a buscar mi boca y aquello permitió que cediera en el control de los movimientos. Ahí si que pude disfrutar, cargandome a mi antojo sobre su cuerpo completo que no dejaba de jadear en ningún momento mientras me protegía con sus brazos a través de mi cintura y cuando estaba a punto de correrme el decidió recuperar el control y darme con fuerza hacia las alturas.

Que bien se sentía. Diego me conocía lo suficiente como para manejar los ritmos y era eso también algo que me gustaba muchísimo de él, onda su capacidad de manejar el ritmo de lo que sea, desde un equipo de trabajo hasta una relación, puesto que el también había tenido un asunto y admiré bastante su forma de deshacerse de aquel vínculo tan tóxico cuando Jorge me lo contó y ahí estaba, dándome la reserva de todo aquello que tanto nos gustaba a las mujeres como yo.

De pronto retomé el control del asunto a mi antojo y volví a cargarme con fuerza. El beso mis senos y comenzó a lamerlos y a chuparlos desesperadamente hasta que comencé a gemir con más énfasis. El volvió a protegerme la espalda con sus manos exquisitas y yo pude concentrarme más en aquello con ayuda de él, cuya boca jamás abandonó mi cuello.

No pude evitar eyacular y a diferencia de otras veces Diego acabó en el acto y aquello impidió que mis gemidos se interrumpieran. Yo siempre le pedía que acabara junto conmigo y era primera vez que lo hacía sin que yo se lo pidiera.

Tampoco pude evitar acostarme en su pecho una vez que todo acabó y él se incorporó abruptamente.

Se puso los boxer debajo de las sábanas antes de soltarme definitivamente.

— Hace hambre —Me dijo—. Recuerda que tengo una propuesta que hacerte.

Luego desapareció rumbo a la cocina, mientras yo me preguntaba efectivamente si iba a ser capaz de no verlo. De todos modos él se iba a ir a  Europa, por lo tanto el asunto no era tan relevante de todos modos.

Me sentí relajada y feliz cuando lo ví portar una bandeja con ese antojo que tanto me gustaba, esas papas fritas con crema y champiñones. Había jugo de naranja en lugar de alcohol y aquello lo agradecí bastante. Diego también se veía relajado y feliz y estábamos alegremente hablando trivialidades hasta que apareció su propuesta.

Simplemente no la podía creer.

— ¿Irme contigo a Europa? —Pregunté muy sorprendida— ¿Es que acaso estás loco?

— Lo sé, pero no te preocupes —Intentó calmarme con su sonrisa—. Creo que es todo un plan que nos va a beneficiar a ambos. Que yo sepa tú no estás haciendo algo muy importante por tu vida.

Me lo dijo como con tanta autoridad que no pude evitar tomármelo muy pero muy en serio y por si fuera poco lo que decía no sonaba tan descabellado.

— Puedes ir a estudiar, a una escuela de postgrado. Según lo que yo supe esa fue una de las cosas que postergaste por irte a vivir con Jorge afueras de la ciudad.

Oír aquello me conmovió bastante. Era lo mejor que me podían ofrecer en esos momentos. Sin embargo había un grave problema.

— Tendría que ahorrar más o menos un año —Le dije—. Además, será una muy buena ocasión como para sopesar bien lo que sentimos.

— No sé trata de lo que sentimos —Debatia aún el, así como con energía—. El viaje es en dos semanas y es la oportunidad porque las postulaciones a esa escuela de postgrado de la cual me habló mi padre cierra sus postulaciones en dos días.

— ¿Le hablaste a tu padre de mí?

— Por supuesto que sí. Le dije qué, si no tenía la posiblidad de llevarte conmigo mejor que se olvidará del asunto.

— ¿Y no tienes que ir mañana temprano a la reunión con ese director?

— Para ser precisos tengo que ir en algunas horas más —Dijo Diego, con una sonrisa que me inspiraba la confianza máxima.

Sin embargo había un solo problema.

— ¿Y? ¿Qué te parece mi propuesta? 

No sabía que responder y no me quedó más remedio que ser honesta.

— No tengo mucho dinero ahorrado —Le respondí—. Estos meses desde que volví aquí me ha hecho gastar casi todos mis ahorros.

El sonrió. Luego me besó los labios.

— Después de lo del museo de Bellas Artes vendí varios trabajos a muy buen precio. Podría decirse que soy casi millonario.

— ¿Lo dices en serio?

— No sé si tan en serio, pero por lo menos nos alcanzaría con qué vivir. Mi padre anda en busca de un voluntariado o algo así ¿Qué opinas? De verdad que no quiero dejar de estar contigo ¡Sería tan feliz esa vida en Europa contigo!

De pronto nunca me había sentido tan amada y comencé a llorar. Diego me acariciaba el rostro y aquello daba paso a uno de los silencios más deliciosos que se podían llegar a apreciar un lunes en la madrugada como aquél.

Intenté controlar mis lágrimas. Diego me ofreció un cigarrillo y tras aceptarlo el lo encendió, tanto el mío como el de él. Aquello logró calmarme y pude al mismo tiempo responder.

— Tú sabes que mi sueño era ir a estudiar afuera ¿Por qué me haces esto?

— Porque te amo —Me respondió—. No puedo visualizar mi vida sin ti.

Aquello casi me hace llorar pero me contuve, puesto que no podía estar así, tan inconstante e inconsistente. Diego me hacía ver inconstante e inconsistente.

— Suponiendo que tu propuesta es certera, tendrías que darme el tiempo para consultarlo con mi madre. Ella no sabe de tu existencia y no me perdonaría jamás irme sin contarle la verdad, de por qué tantas noches me he quedado afuera. Ella sabe que yo no estoy en un buen momento y no quiero alterarla más.

— Es Europa —Decia Diego, como para motivarme—. Es un sueño, de cierto modo. Y bueno, nos conocemos lo suficiente como para no sentirnos solos durante la travesía.

En eso sonó mi teléfono. Vi que era un extenso mensaje de Matías, quien decía estar demasiado feliz por haberme conocido en persona y que estaba aún más feliz por tener la absoluta certeza de seguir viéndonos, puesto que me debía una cena.

Y ahí decidí retirar la bandeja y ponerla en el suelo con el fin de echarme de lado, puesto que aquel encuentro intimo me había agotado demasiado y Diego no tardó en hacer lo propio, apretando su pecho junto a mi espalda tomándome de la cintura con su brazo derecho.

— Cuando me levanté a la reunión quiero que sigas durmiendo. Mañana hablamos bien ¿Te parece?

No respondí nada, pese a que no me desagradaba para nada la idea y aquella sensación continuó hasta que comprobé que se la había puesto dura y que también tenía fuertes intenciones de metermela así de forma calmada, sin la necesidad de estar haciendo esfuerzos físicos.

Y aquella era lejos una de las mejores maneras de dormir.




Comentarios