Las amigas de mi hija me miraban distinto

Cayendo en la trampa (Capitulo 29)


Mirko se había puesto de pie y la había seguido hasta el bar mientras ella iba a rellenar la cubeta con hielo para la champaña.

Lerna no pudo evitar estremecerse cuando Mirko la tomó por detrás, casi sin previo aviso. Comenzó el a frotarse sin pérdida de tiempo, mientras le besaba el cuello dulcemente. Ella simplemente no podía resistirse.

— Mak puede regresar en cualquier momento —Dijo ella, inmediatamente volteandose en dirección hacia su rostro— ¿Que piensas hacer si te lo topas aquí?

— No creo que sea precisamente la necesidad de tener que enfrentarme a una partida de boxeo —Dijo Mirko, riéndose y tomándola aún más firmemente de la cintura—. Quédate tranquila, Lerna ¡Anula los pensamientos negativos! Si es que estoy aquí es porque realmente me necesitas y pues bueno, yo también te necesito.

Acto seguido el aproximó aún más su rostro y sus labios al fin se reunieron. Ella deslizó su lengua allí dentro, así como descontextualizandose ante la idea de ser infiel, cuestión que en el fondo no era ciencia exacta. Definitivamente ella y Mak no eran novios y el la había abandonado fríamente en aquel hotel de lujo.

— Yo no podría dejarte sola —Le dijo Mirko, tocándole la piel por debajo de su polera—. Podría darte toda la noche si es que lo deseas.

— Solo quiero que me traten con amor, aunque sea de mentira —Dijo ella, deslizando su cabeza hacia atrás—. Por favor portate bien conmigo.

— Así va a ser —Dijo Mirko, acariciandole el rostro.

El volvió a besarla, y ella se decidió a desenvolverse definitivamente, permitiendo que el la estrechara aún más hacia sí mismo. Lo hallaba verdaderamente excitado y aquello le daba un poco de lástima. Desde que había intimado con hombres por primera vez que sentía eso, lo cual le impedía categorícamente resistirse a las erecciones masculinas.

— Creo que no doy más —Dijo Mirko, rozando su bulto con el ombligo de ella.

— ¿Quieres que te ayude? —Le preguntó Lerna, posando inmediatamente su mano ahí.

— Seria un honor —Respondió el.

Lerna lo tomó de la mano y lo guió hasta la sala, en donde le indicó que tomara asiento. Luego se instalo al lado de el.

— ¿En qué quieres que te ayude? —Le preguntó ella, tomando una de sus manos y depositandola inmediatamente encima de uno de sus redondeces.

— Tengo una cosa enorme aquí abajo molestandome —Dijo Mirko, tocándose con la otra mano—. Necesito que alguien me ayude a que se tranquilice.

— ¿Y cómo crees que se puede tranquilizar?

— Con la ayuda de tu mano o de tu boca en un principio. El resto se ve después, en el camino.

Sin más preámbulos Lerna le desabrochó el pantalón. Ahí se topó con aquella cosa que brillaba producto de su mojadez y decidió hacerse cargo inmediatamente. 

— Se siente muy bien hacer esto —Le dijo Lerna, apretando su mano y deslizandola hacia arriba y hacia abajo, sin dejar de sostenerla.

Acto seguido Mirko fue por sus redondeces. Ella lo ayudó, desabrochandose inmediatamente el brasier y dejandolos instantáneamente al aire. El comenzó a tocar y a chupar y a morder suavemente, mientras ella procedía con bastante más énfasis con los movimientos de su muñeca.

— ¿Te gusta? —Le preguntaba ella moviendole la lengua, mirándolo directamente a los ojos con la mejor cara de perra que le salía en ese momento.

— Me encanta —Le dijo Mirko, hablándole muy cerca de su boca—. Tienes unos atributos increíbles y me muero de ganas.

— ¿Te mueres de ganas de qué?

— De llénarte de mis fluidos con todo mi ser, derramar todo por cada uno de tus interiores. Supongo que me comprendes muy bien.

— Entiendo perfectamente —Le respondió ella—. Además de que todo lo que dices suena demasiado bien.

Una vez que dijo eso, Lerna se arrodilló en el sofá. Mirko aprovechó de levantarle la falda y acariciarla mientras la cabeza de ella se dirigía hacia un solo lugar.

— ¿Te gustaría que me eche esta cosa inmediatamente a la boca? —Le preguntó Lerna.

— Sería un honor —Respondió Mirko, empujándola ahí inmediatamente tomándola del cabello.

Acto seguido Lerna procedió. Lo hacia despacio, en un afán de saborear pausadamente cada centímetro de aquello. Le gustaba bastante el sabor en ese momento, lo cual la hacía maniobrar con muchísimas más ganas. 

Mirko gemía, excitadismo. Intentaba estirar el brazo con el fin de meterle los dedos pero al mismo tiempo le daba la impresión de que ella se alejaba, al mismo tiempo que Lerna maniobraba con una especie de concentración máxima.

— Me encanta esto —Decía Lerna—. Desperdicie demasiado tiempo de mi vida privandome de esto.

Tras decir aquello Lerna comenzó a succionar con más ímpetu. Mirko al fin había logrado su objetivo de meterle un dedo y aquello la hizo reaccionar aún más, prácticamente desesperada por que el se corriera en su cara. Sin embargo no estaba segura de que el pudiese culminar dos veces, por lo que optó por dejar de hacer lo que hacía, tomando en cuenta que la vez anterior el había acabado demasiado pronto.

Por lo cual decidió ponerse en cuatro patas, posando su retaguardia directamente en el rostro de él. 

— Me rindo —Dijo ella—. Haz lo que quieras conmigo.

Mirko no tardó en subirle la falda. Luego echó sus bragas a un lado y comenzó a lamer ahí y a jugar con sus dedos, los cuales ingresaban resbaladizamente. Consideró que estaba lista para ser perforada.

— Con permiso —Dijo él—. Sinceramente ya no doy más. 

La taladró inmediatamente, y ella no pudo evitar dejar escapar un suave gemido que se prolongó por varios segundos. Mirko comenzó a darle con relativa calma, mientras intentaba exprimir sus redondeces. Ella intentaba sostenerse firme, esperando que llegara prontamente aquel momento en el cual el iba a comenzar a darle con más fuerza y así fue, tras unos breves intervalos de oralidad con los cuales el intentó interrumpir lo que hacía. 

— ¡No pares! —Jadeo Lerna, pensando en que se merecía todas las penas del infierno al estar permitiendo que ocurriera lo que estaba pasando ahí, con el amigo de quien aspiraba a que fuera su novio— ¡No pares por favor porque estoy a punto!

Mirko procedió definitivamente con más fuerza, mientras ella se sostenía mas firme ahí, con el fin de no perder el equilibrio. Estar así en esas condiciones la hacía perder definitivamente la cabeza y deseaba terminar prontamente con aquello, por lo cual decidió incorporarse.

— Sientate ahí —Le ordenó a Mirko—. Sientate ahí y abre las piernas. 

Tras darle unos breves segundos de oralidad, Lerna estaba lista para montarse ahí y eso hizo, disfrutando inmediatamente las ventajas de lo que ella consideraba su pose favorita, puesto que así podía conservar eficazmente el control de aquello. 

Simplemente le encantaba el modo que Mirko tenía de tratar sus senos, los cuales rebotaban en su rostro mientras el los contemplaba con mucho respeto. Los sostenía firme de vez en cuando, con verdadero vicio, mientras ella gemía con la boca muy abierta.

— Necesitas acabar —Le preguntó ella.

— Creo que aún no —Respondió, tomándola de la cintura y levantandola un poco, con el fin se darle hacia las alturas.

Lerna simplemente no daba más en lo que respectaba a esconder su placer.

— ¡Dame más duro, por favor! ¡No pares!

Mirko intentó besarla en la boca y ella lo correspondió, moviendo su pelvis al unísono de lo que el buscaba, dándole y dándole lo más al fondo que podía.

— Haz lo que quieras conmigo —Le dijo Lerna, tras morderle suavemente la oreja— ¿Quieres que vuelva a echarmela a la boca?

— Siempre y cuando tengas ganas —Le respondió—. No me gustaría obligarte a nada. 

— No me has obligado a nada —Dijo ella—. Si es por eso quédate tranquilo.

Lerna decidió desinstalarse y arrodillarse en el suelo, con el fin de cumplir lo que había ofrecido. Mirko echaba su cabeza hacia atrás empujándola con su mano.

— Disculpas —Le dijo—. No lo pude evitar.

— Haz lo que quieras conmigo —Respondio Lerna.

Mirko se puso de pie y se la enterró hasta el fondo. Ella no lo impidió bajo ningún punto de vista, por lo que el aprovecho de tomarla del cabello con el fin de enterrarsela hasta el fondo de su garganta. 

— Quiero metertela —Le dijo Mirko— ¿Me das permiso?

— Por supuesto que sí. Ya te dije que puedes hacer lo que quieras conmigo.

Lerna se echó de espadas en el sofá y Mirko la tomó de las piernas, las cuales colocó en sus hombros. Luego él interrumpió aquella faena, con el fin de darle algo de oralidad.

— Me encanta hacer esto —Decía Mirko, mostrándole la lengua—. Podría hacerlo toda la noche si es que me lo permitieras.

— Dijiste que ibas a derramar todos tus fluidos en mi interior —Dijo ella, con la voz más de perra que pudo—. Estoy esperando eso.

Acto seguido Mirko se puso de pie y comenzó a darle como quería, abriéndole las piernas. Sus senos se movían frenéticamente al ritmo de aquel mete y saca que parecía no acabar nunca.

En eso el se la sacó y ella acercó su lengua. Tras maniobrar por breves segundos disparó ahí, entremedio de sus dientes delanteros. Ella se saboreaba, y luego de aquello no pudo evitar echarsela a la boca, con el fin de no dejar a su suerte ningún residuo de aquello.

— ¿Tienes cigarrillos? —Le preguntó él.

— Allí, encima de la cama esta mi cartera. 

Aprovecho la ausencia de Mirko para vestirse inmediatamente y acudir al baño con el fin de asearse. Se imaginaba que Mak Savicevic podría llegar en cualquier momento, puesto que estaba segura de que sus palabras habían causado cierto efecto en su compañero de viaje, ya que la actitud de su amigo, después de todo lo que ella le había entregado, demostraba que era bastante difícil privarse de ella.

Mirko regresaba y tomaba asiento al lado de ella.

— ¿Qué vas a hacer ahora en la noche? —Le preguntó.

— ¿Por qué? ¿Piensas invitarme a comer?

— Pensaba que podríamos quedarnos aquí y ver alguna película o algo así. Podríamos pedir algo para comer también.

De pronto Lerna volvió a considerar que Mak Savicevic podría llegar en cualquier momento. 

— Preferiría que no, la verdad. Es más, me gustaría que me dejaras sola.

— ¿Ahora?

— Si. Ahora ya. No quiero arrepentirme de lo que acaba de pasar entre nosotros.

— Pensé que te sentías sola —Le dijo Mirko.

Acto seguido el se puso de pie. Se puso los pantalones y luego la camisa. Tenia un rostro de estar decepcionado por algo.

— Lo siento mucho, Mirko —Dijo Lerna—. Mi prioridad es Mak en estos momentos. 

— ¿Simplemente te gusta follar con los amigos de tu novio?

— ¿Qué estupideces estás diciendo?

— No estoy diciendo ninguna estupidez —Respondió Mirko—. Simplemente te preguntaba si solamente te gustaba follar con los amigos de tu novio.

En eso Lerna se agarró la cabeza. No podía creer lo que oía en ese momento. 

— ¡Sal inmediatamente de la casa! —Le habló fuerte, apuntando hacia la puerta— ¡No quiero verte nunca más!

— ¿Qué estás diciendo?

— ¡Quiero que salgas inmediatamente de aquí! ¡Me pones enferma!

— ¿Por qué?

— ¡Ándate! —Le gritó— ¡No quiero verte aquí!

En eso lo empujó hasta la puerta y luego la abrió. 

— ¿Estás segura de lo que estás haciendo? —Le preguntó amenazante.

Lerna le sonrió antes de volver a perder el control.

— ¡Fuera de aquí! —Le gritó. 

Mirko desapareció inmediatamente y Lerna no pudo evitar echarse a llorar producto de lo último que le había dicho el. Oírlo decir que a ella le gustaba follarse a los amigos de su novio lo había considerado el peor de los insultos. 

En eso sonó su teléfono. Pensó que era Mak y se incorporó bruscamente. Bastante triste se sintió al escuchar la voz de la teniente Edwards. 

— Disculpa que te llame, linda —Le dijo a modo de saludo—. Pasa que estado intentando ubicar a Mak y no me responde ¿Por casualidad no estará contigo?

— No está —Le respondió, con cierto alivio de que en esos momentos no estuviera con ella.

— ¿Y a qué hora regresa? ¿No lo sabes?

— La verdad es que no tengo idea.

— ¿Podrías dejarle el recado en caso de que aparezca pronto?

— Por supuesto que sí —Le respondió Lerna, lo más cínicamente que pudo— ¿Algo más en lo que pueda ayudarte?

Sin responder aquello la teniente Edwards colgó y ahí sí que Lerna se sintió verdaderamente insignificante, a sabiendas de que iba a pasar la noche s

ola. Se arrepentía en el alma de un montón de cosas y estaba auténticamente desesperada por su situación, asunto que la hacía entender que estaba absolutamente sola en el mundo en ese minuto.


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